Subida a esos tacos de diez centímetros, las piernas de Luciana Aymar se ven todavía mucho más largas. No hay tribunas alrededor sino reflectores, una alfombra rosa y la luz magenta que lo invade todo. Cuando sale -no a la cancha, sino al estudio del programa Fox Sports 360- la acompañan el humo, los aplausos y la atronadora voz de un locutor. La cámara se enciende y Lucha ya se desenvuelve en su otra faceta, la de conductora de TV.
A cinco días de haberse consagrado en el Champions Trophy con las Leonas, la rosarina se desprendió de su indumentaria albiceleste y eligió un vestido blanco y negro de fiesta. Es un look opuesto, provocador. Maquillada y con el micrófono incorporado, muestra la otra cara de su doble vida , que hace equilibrio entre el alto rendimiento y la animación.
«Me pongo nerviosa tanto en un torneo como en un estudio de grabación. La diferencia es que en la cancha soy yo, y ante las cámaras no me siento con las mismas armas», diferencia Lucha, de 31 años, que en lugar de jugar con otras diez compañeras lo hace ahora con apenas dos: Cecilia Bonelli y Alina Moine.
En esta dualidad al estilo ying y yang, una y otra parte se complementan: «En el hockey me toca comandar, ponerme al frente; más ahora que soy capitana. En TV soy la principiante y todos me ayudan con distintas técnicas, como la forma de estar parada ante cámaras, la manera de mover las manos, cómo sentarse, cómo ir a un corte…»
En algo hay una coincidencia: «Al regreso de cada certamen vuelvo a ver todos los videos de los partidos y me analizo con bastante autocrítica. Con el programa es igual. Digo: «¡Qué macana!, ¡Por qué no hice esto o dije aquéllo!» Y mi mamá me reta y me dice que, al final, no disfruto de una cosa ni de otra. Que me tengo que relajar más. Pero bueno, con esas exigencias encaro todas las cosas de la vida».
Todavía no es tiempo para que Lucha acepte un papel de ficción de telenovela, más allá de que ya se lo propusieron. Hasta hoy experimenta cómoda en este programa deportivo, en el que también realiza entrevistas, aunque -lo dejó en claro- no desatiende el seleccionado.
-¿En qué pensaste en el vuelo de regreso desde Sydney, luego del triunfo del Champions Trophy?
-En el momento en que levanté a la señora , como lo hizo Magui Aicega el año pasado, en Moenchengladbach.
-Perdón, ¿qué señora?
-La señora es el trofeo tallado en piedra. ¿Viste que es una figura de una jugadora de hockey con pelo corto? Parece una mujer grande (se ríe). Bueno, se me vino esa escena de Magui y la de muchas chicas que ya no están y que estuvieron pendientes de nosotras. Mechi Margalot, Marianita González Oliva y Maripi Hernández, entre otras, nos mandaban mails todos los días. Yo sé que para ellas fue muy difícil vivir todo a la distancia.
-¿Y en qué otras cosas pensaste?
-En el poco tiempo que tuvo este equipo para prepararse para el torneo. A principios de año hubo toda una revolución, con tantos cambios y una selección muy joven conducida por Carlos Retegui, el nuevo entrenador. La verdad es que al Champions Trophy llegué nerviosa, porque me tocaba ponerme la banda de capitana por primera vez y porque no sabía cómo responderían las más chicas.
-¿Y cómo las viste?
-Es increíble todo lo que transmitieron en cuanto a motivación y energía, al igual que el cuerpo técnico. Hubo jugadoras que llegaron con cero partidos internacionales, aunque mostraron una madurez y sencillez en el juego bárbaras. Rescato la conexión y la convivencia que hubo entre las más grandes y las chicas. Siento que con este equipo no tenemos techo.
-Quedó muy claro que necesitaban un cambio en la conducción.
-Si tenés un entrenador apático, el equipo va a ser apático. Si al frente está un DT como Retegui, que es puras pilas, el equipo va a transmitir lo mismo. Pero son ciclos: en una etapa necesitábamos a Sergio Vigil y en otra a Gabriel Minadeo. Ahora es el turno del Chapa.
-¿Cómo se adaptaron ustedes, las experimentadas, a las más jóvenes?
-Fue difícil. Ahora llegás, tirás un chiste y ya no está Magui riéndose al lado. Decís «Vamos a comer», y no tenés a Mechi haciendo bromas. Estas te miran con otra cara. Entonces, hay que empezar a acoplarse a las rutinas de ellas, a acostumbrarse a sus personalidades. Lo peor que podríamos hacer, las cinco mayores que quedamos, sería encerrarnos y no permitir que haya confianza. Si las más grandes hubiésemos reaccionado así, las chicas no habrían jugado tan sueltas como jugaron en Sydney.
-¿De qué manera buscan dar el ejemplo las de más partidos?
-Te puede pasar una vez, pero no podés decir todo el tiempo «Tengo frío, no tengo ganas de entrenarme». Entonces,para la formación de las jóvenes, es fundamental la actitud que demostremos nosotras en los entrenamientos y partidos. La mediocridad en este equipo no existe.
-¿Cómo llevás la capitanía?
-Con más responsabilidades, actuando en forma más participativa y atenta a lo que le puede pasar a cada una dentro y fuera de la cancha. Por ejemplo, antes no hablaba con los árbitros porque era una función de otras. Ahora me toca hacerlo a mí.
-¿Cuál fue tu mensaje final antes del duelo decisivo con Australia?
-Dije que no nos entrenábamos solamente para jugar finales, sino para ganarlas. Y que la confianza y la solidaridad son dos pilares claves del equipo. Como los mosqueteros: todos para uno y uno para todos
Abrió la puerta para Londres 2012
Sale del camarín y saluda a sus invitados antes de grabar. Son todas caras conocidas: el DT Carlos Retegui y sus compañeras Noel Barrionuevo, Carla Rebecchi, Giselle Kañevsky, las hermanas Daniela y Josefina Sruoga, Belén Succi y Mariela Scarone. Planilla en mano, conoce a la perfección los tiempos. Pero algo descoloca a Luciana Aymar en medio del programa: la visita de Magdalena Aicega y su hijo Rocco, de apenas un mes.
Las sorpresas continúan con una felicitación televisada de Diego Maradona por el título del Champions Trophy. «Me encantaría tener una entrevista con Diego. Bah, una charla de deportista a deportista, como también con Gaby Sabatini, Del Potro, Nalbandian», comenta Lucha.
Los lazos entre el fútbol y el hockey continúan. «Chapa Retegui me pide que sea Messi con la pelota y Mascherano sin ella; dice que en el Mundial de Rosario 2010 no me van a poder parar y que, aparte, voy a quitar muchísimas pelotas. ¿Si podré hacer todo? Requiere de una mejoría física importante, y creo que puedo llegar a hacerlo», se anima.
Ya no es la clásica N° 10; ahora juega como volante central: «Ya me tenían bien marcada; agarraba la pelota por la izquierda, me llevaban por la línea y me terminaban encerrando ahí. Ahora, al jugar de N° 5, me puedo escapar por la derecha y la izquierda».
La nueva ubicación no es algo eventual, sino que tendrá continuidad a lo largo del ciclo. La próxima gran escala será el Mundial de Rosario, que comenzará el 30 de agosto del año próximo: «Sé que en ese torneo voy a tener presión como nunca antes en mi carrera, porque es mi casa. Pero hay una gran comunicación con los integrantes del cuerpo técnico y me dijeron que manifieste todo lo que me vaya surgiendo para sentirme tranquila. La cabeza maneja todo y no quiero que nada me perturbe».
Lucha se sintió tan satisfecha en Sydney que por primera vez volvió a abrir una puerta para los Juegos Olímpicos, cita que había clausurado luego de su última experiencia en Pekín 2008. «El técnico me dice que para Londres 2012 me va a entrenar de líbero, ja ja… Siempre los Juegos Olímpicos son una motivación grandísima, y más pueden serlo con estas jugadoras, que me hacen sentir rejuvenecida. No sé, por ahora sólo pienso en el próximo Mundial. Después veré cómo me siento físicamente y si aparecen lesiones».
Por lo pronto, sintió en carne propia en un torneo oficial la regla del autopase, que le da mucho más dinámica al juego. El rigor de los palazos de las rivales fue una constante. «Se nota que los árbitros todavía no saben cómo cobrarla; están entre dar ley de ventaja o hacer retroceder la jugada. Por ahora es una discordia permanente. Encima la sufrimos con la jueza sudafricana Marelize De Klerk, a la que me dieron ganas de ahorcar con los fallos en el Champions Trophy. Con ella siempre tenemos un partido aparte; no sé, quizá no le gusta nuestra cara». Ahora, llegó el tiempo del descanso.
De castaña al reggaeton
En el vuelo de regreso, con el título bajo el brazo, quedó otra vez expuesto el contraste de edades: «Por ahí venía una de nosotras y quería poner algo de Cacho Castaña, pero las más chicas nos hacían escuchar reggaetón. ¿Lo mejor? Por primera vez como equipo viajamos en primera y desfilaban las botellas de champagne».
FUENTE: LA NACIÓN
Viva el hockey¡¡¡¡